sábado 22 de octubre de 2022
EL BULLICIO DE LOS VIVOS Y EL RESPETUOSO SILENCIO
*Actualización del blog “CULTO A LA MUERTE ENTRE EL RUIDO DE LOS VIVOS Y EL RESPETUOSO SILENCIO” 03 nov. 2015
Era de madrugada, las 12 con 30 De
aquel 2 de noviembre, en medio de una fila que parecía interminable mis
acompañantes y yo intentábamos darnos ánimos pensando que la espera no sería
muy fastidiosa. Llevábamos ya casi 2 horas aguardando y para pasar el rato
empezamos a ver el cielo para identificar constelaciones. Ni una nube, ni un
poco de contaminación, contrario al cielo de Pátzcuaro donde en medio de la
celebración, el océano de gente y del olor a pólvora quemada, una extensa banda
de humo quedó como resquicio de los maravillosos y gigantescos fuegos
artificiales que iluminaron el pueblo.
Acá todo es misterio, cierto, los
turistas que se reúnen por centenares ríen y beben, pero nada le
resta esa aura fúnebre al lago de Pátzcuaro, el frío, oscuridad abismal,
la bruma por encima del agua. Y por fin llegó la embarcación que nos llevaría a
Janitzio. Estábamos cansados, pero nadie dudó ni un instante en permanecer ahí.
Sólo puedes vivir esa experiencia una vez al año, así que rendirse no era
opción.
Sería injusto de mi parte
intentar narrar la experiencia de visitar en pleno 2 de noviembre Pátzcuaro y
Janitzio queriendo reflejar su belleza con unas simples fotos. Debes ir para
comprenderlo y sobre todo para sentirlo. Al llegar a la isla percibes un
ambiente diverso, todo se mueve, todo tiene vida; incluso el panteón. Todas las
calles suben y todas llevan a un sitio: el mirador, desde el cual José
María Morelos, el siervo de la Nación, mantiene en lo alto su puño en señal de
victoria.
No hay un orden exacto de las cosas, es
el reino de la magia. De pronto puedes caminar y sin darte cuenta estar en el
techo de una casa. Miras el lago repleto de luces, te olvidas por completo del
cielo, y finalmente al entrar al cementerio el shock, ese que seguro embarga a
los extranjeros también te sorprende a ti por muy mexicano que seas. La
verbena, descarado reflejo de que amamos a la muerte a veces más que existir, el
bullicio de los vivos y el respetuoso silencio amalgamados hermosamente. Todos
es nostalgia, velas y color naranja. Por miles las flores de cempasúchil crean
caminos y embellecen las tumbas, las señoras se sientan junto a la fría loza y
la oxidada cruz que indica donde se halla su difuntito y esperan, toda la noche
si es necesario, a que aquél les visite.
El contraste lo da el turista, pues vamos
a conocer esa tradición y en el proceso la modificamos, sé que los habitantes
de Janitzio deben sentirse orgullosos de que su cultura se nombre en todo el
mundo, pero mientras ellos velan en silencio, las multitudes invaden su camposanto
con risas y asombro. No pude evitar sentirme como un invasor irreverente.
Cerca de las 6 de la mañana regresamos
en otra lancha desde aquel lugar de ensueño, con el cuerpo cansado pero el alma
satisfecha, pues por primera vez estuvimos, sin lugar a dudas, en el momento y
lugar exactos donde la muerte viene a convivir con la vida. Y de alguna manera
comprendes que Janitzio es el lugar ideal para entender el significado de
muchas cosas. Pátzcuaro y su isla son la ruta imperdible si acaso vas a
Michoacán. El complemento perfecto de una escapada de fin de semana que bien
puedes iniciar en la bellísima Morelia bebiendo mezcal con gajos de naranja y
culminar cerca del lago comiendo Corundas.
Pasa el tiempo y cada que recuerdo este
viaje deseo regresar, misma fecha, misma hora y mismo lugar a conectar con algo
más profundo que el simple hecho de ser viajero, a gritar en silencio que
extraño a mis difuntos y con gusto les dedico cada instante de mi vida. Han de
saber que conocí a la muerte cuando era pequeño, dama elegante vestida de
negro. Es verdad, me besó la frente en aquel viaje en Acapulco, perdonó la vida
de papá y al despedirse se hizo de humo. Me lo dejó 30 años más para que me
viera adulto. “Eres el ahijado de la muerte” me decía mi padre. Si creen que
fue un sueño, debió ser uno compartido porque ambos lo recordábamos tan
claramente como cualquier recuerdo de domingo, y ya sea que fuese cierto o no,
a “mi madrina” le estoy agradecido, por dejarlo vivir tantos años a mi lado y
por lo que me ha tocado vivir.
Y ya pa´despedirme me gustaría
obsequiarles una calavera que acabo de improvisar, hasta el siguiente trayecto
y buen viaje:
Y pensar que la muerte aguarda
a locales y turistas
de aquel que visita
Janitzio
y disfruta hermosas
vistas
Yo dialogué con la
parca
porque ella es mi
madrina
a la isla llegué en
barca
a admirar a la
catrina
Mira- me dijo
alegrada
-como todos me
veneran
con comida y
cempasúchil
a mi llegada esperan-
Los vivos como los
amores
mueren hoy otros
mañana
unos son suaves
licores
otros mezcal y jarana
Yo eso ya lo aprendí
por eso visité el
panteón
a mis muertos ya
despedí
a mis vivos doy
corazón
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